–¿Y Ana de Armas juega mucho con su físico? ¿Le ha abierto puertas el ser una mujer tan sexy?
–A veces sí, por qué negarlo [risas]. A todos les llama la atención una joven con buen cuerpo y una cara bonita. Obviamente, tengo que aprovechar lo que me ha dado la naturaleza, pero soy muy consciente de que lo màs importante es crecer y formarme como una buena actriz. Altos, fuertes, con un poquito de barba y con aire de tipo duro. Y que sean un poco mayores que ella. Así es como le gustan los hombres a esta joven que, aunque encantada con Madrid, añora aún el mar, los amigos y la familia que dejó en Cuba. «Bueno, todo eso y mucho más», ríe con picardía. «¿Sabes qué es lo que echo también de menos?», pregunta. «Los piropos. En mi país son unos artistas para ello. Das dos pasos seguidos y es escuchar uno detrás de otro. Con muchísima más gracia que aquí».
–Seguro que recuerdas alguno...
–«Si tú cocinas como caminas, yo me como hasta las raspas». Como ves, te dicen de todo...
No ha podido evitar sonrojarse al repetir semejante halago, pero rápidamente se recompone y se mete de nuevo en su papel de Lolita: «Jugar para ella es un arma y es muy consciente de ello. Y lo va a seguir haciendo».
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